“Está más que demostrado que los índices
de lectura en un centro aumentan de manera fulminante a poco que la biblioteca
funcione con constancia y diligencia”
(JUAN MATA)
Es
esta una pregunta para la que intentado encontrar respuestas convincentes
durante años y para la cual aún no tengo la solución concluyente.
Si todos los expertos consideran
fundamental la lectura para el desarrollo de cualquier proceso curricular y la
Biblioteca escolar, tras la familia, una pieza clave para la consolidación de
este proceso – y está demostrado que los índices de lectura aumentan a poco que
la Biblioteca Escolar funcione - ¿Por qué entonces no funcionan a pleno
rendimiento las BB. EE?
Si ya en el Congreso Nacional de
Pedagogía de 1882 Manuel Bartolomé
Cossio (1857 – 1935), pedagogo y sucesor de Giner de los Rios en la
“Institución Libre de Enseñanza”, hace
referencia por 1ª vez a la Biblioteca Escolar. y su importancia, y si María
Moliner (1900 – 1981) durante la segunda república vuelve a insistir en el tema, y si tanto el artículo 113 de la LOE
como el de la LOMCE la mencionan y si se presupone a todos los responsables o
“altos cargos” de todas las administraciones educativas cierto nivel cultural
o, al menos, interés lector: ¿por qué no se ha hecho nada por las mismas desde
entonces? ¿O es precisamente el desinterés cultural y la poca motivación
lectora de esos “altos cargos” lo que nos ha llevado a esta situación?
Estoy seguro de dos cosas: que no
son cuestiones económicas las que planean sobre el tema, puesto que observamos
con estupor que los excesos abundan en las diferentes administraciones, que
reina lo que A. Muñoz Molina llama “la política del parasitismo y el despilfarro”; y tampoco pienso que – deseo ser
optimista – sea una cuestión política, es decir, que a las clases dirigentes
les interesen más “súbditos leedores” que “ciudadanos lectores” y por ende,
libres.
La clave de la cuestión radica más
bien en planteamientos de orden histórico, sociológico, pedagógico e incluso
religioso (Michel Bréal afirma al
respecto que “el catolicismo no solo reemplaza el libro por el rosario sino que hace
elogio de la santa ignorancia”), que intentaremos esclarecer.
Los fondos fundamentales de una
Biblioteca Escolar – al menos en centros de Primaria – están constituidos por
libros infantiles y juveniles, bien sea de ficción o documentales, lo cual
viene a decir que tanto la falta de tradición en España de este tipo de literatura
– entre los clásicos universales no figura ningún título español - como la nula formación de los maestros en este
campo, ponen al descubierto una de las causas de la escasa preocupación por las
BB EE. y además, su falta de demanda por los profesionales de la educación, que
es uno de los problemas más preocupantes. Una estadística del año 2009
demostraba que el 47 por ciento de los docentes confesaban no usar nunca la
Biblioteca escolar de sus centros.
Se ha llegado así a toda una generación
de docentes que se han diplomado o licenciado sin pisar una biblioteca, sin
conocer los mecanismos de su funcionamiento, aprobando, tal y como afirmaba el
profesor Grande Covián, con “unos apuntitos de nada”. O para
ponernos más al día, con un “máster” regalado.
Íntimamente relacionado con esto es
importante resaltar la penuria y escasez de Bibliotecas Públicas que
históricamente hemos padecido – y gobernadas en buena parte de los casos por
personal ajeno a la lectura y a los libros - lo que estoy seguro que ha
determinado que el índice de lectores en España esté muy por debajo de los
parámetros que se manejan en Europa: la última encuesta del CIS citada por el
escritor Manuel Rivas (2016) en un
artículo en “El País” es contundente: de cada 10 ciudadanos, 7 confiesan no
haber entrado nunca en una Biblioteca (“no
es una enfermedad, pero a la larga puede ser una peste”, confiesa el
autor). Sin olvidar el veto, la censura
y la persecución de que fue objeto el libro hasta épocas recientes. Pedro Salinas nos lo recuerda con estas
palabras:
“Recuerdo yo, mozo español de principios de siglo, el
curioso entrevero de sentimientos que me sobrecogía al penetrar esos oficiales recintos, las bibliotecas de mi
país. Me llamaban, con sus voces mudas,
los miles de libros que yo suponía allí
guardados, esperándome con sus variadas
delicias. Mas, apenas entrado este aspirante a lector en las inhóspitas cámaras
bibliotecarias, le empezaba el enfriamiento de su entusiasmo, porque una
cierta omnipresente frialdad, emanada de los muros, de los techos, de las personas, se apoderaba de él y le hacía sentirse forastero. Todo ajeno, cerrado,
hostil en aquel mundo donde él iba a buscar intimidad, ancha y generosa
compañía”
La escuela multifuncional o la
multiplicidad de objetivos que se asignan a la misma – u objetivos cambiantes
en función de la actualidad: las evaluaciones, las reválidas o el acoso están ahora en plena
vigencia – sin que ninguno ni sea
prioritario ni llegue a cumplirse, es otra de las causas que conspiran a favor
de la precariedad de las Bibliotecas Escolares.
“Se
pide a la escuela que se ocupe de un montón de cosas – afirma José Luis García Garrido – desde la educación física a la educación
cívica, desde la instrucción sexual hasta el respeto ecológico, desde el cuidar
de la alimentación a conocer las normas de tráfico, y la sociedad contempla
consternada como las criaturas no solo no aprendieron tales argumentos sino que
cada vez leen y escriben peor”.
Enseñanza por cierto basada en el absolutismo
total del libro de texto, que entra así en rivalidad o contradicción con la
esencia misma de la Biblioteca Escolar. O por decirlo con palabras de Ramón Salaberria : “libro de texto mata biblioteca, o dicho de otra manera: a más libros de texto y apuntes, menos
biblioteca”.
Pero además, las continuas reformas
y contrarreformas del sistema educativo, los planes impuestos sin ningún tipo
de consenso, las campañas de lectura mal diseñadas y poco efectivas – para Carlos Ruíz Zafón una promoción
afortunada de la lectura tendría que basarse en “menos tonterías, más libros y mejores bibliotecas” - la descentralización, la progresiva
burocratización y politización de la enseñanza, los continuos recortes económicos,
han llevado al desencanto docente, lo que sin duda ha arrastrado consigo
también al “desencanto bibliotecario”.
CONCLUSIÓN FINAL: ¿Qué hacer, pues,
para que funcionen? En una Biblioteca, hay
que poner en circulación un sinfín de
recursos estratégicos – organizar, clasificar, tejuelar, ordenar, informatizar,
seleccionar, animar, promocionar...- y por ello se supone que, además
de unas cualidades y condiciones
humanas imprescindibles y de unos estímulos o incentivos profesionales y de
unos recursos económicos evidentes, debe
estar en manos de personal cualificado,
altamente preparado y motivado.
(Articulo tomado del libro
“Bibliotecas escolares, lectura y educación”, Editorial Octaedro)
JUAN JOSE LAGE FERNÁNDEZ
(www.diccionariolij.es)